El baño diario y el celo en la higiene personal era una costumbre ya en Grecia y Roma, que perduro mas o menos intacta hasta la Edad Media. Fue en el Renacimiento cuando se gesto el rechazo al agua, lo cual dio lugar a métodos de limpieza en seco: trapos blancos para quitar la mugre, mudarse de camisa para que la nueva absorbiera la suciedad corporal… En el siglo XIX, y tras relacionarse la falta de higiene con el origen de muchas enfermedades infecciosas, retorna el habito del aseo diario con agua. Lo normal era lavarse la cara y las manos todos los días, y dejar el baño para el fin de semana. Este se llevaba a cabo en una bañera por la que pasaban, uno tras otro, todos los miembros de la familia, compartiendo el mismo agua. Tras la Segunda Guerra Mundial y con el desarrollo de las infraestructuras hidráulicas urbanas, el baño o ducha pasa a ser un acto individual y la frecuencia se establece en una o dos veces por semana. Actualmente, la norma social dicta una ducha diaria. ¿Pero realmente es necesario ducharse todos los días?Hay dos criterios para determinar la frecuencia idónea para el aseo personal. El menos restrictivo es la higiene. Desde este punto de vista, ducharse todos los días con jabón no es conveniente porque ello destruye el manto hidrolipídico que protege nuestra piel. Ademas, el mal olor y suciedad corporal provienen fundamentalmente de nuestras partes menos aireadas: los pliegues de la zona genital, los pies y las axilas. En cualquier caso, estas zonas concretas siempre se pueden lavar separadamente del resto del cuerpo, tal como se hacia antiguamente con la ayuda de una palangana. Para esto mismo disponemos actualmente del lavabo y el bidé. Asi, desde el punto de vista higiénico, es mas que suficiente ducharse con jabón cada 2 o 3 días. Quienes por una u otra razón NECESITEN hacerlo diariamente habrán de usar jabones sin detergente (jabon neutro, jabon de glicerina…) y emplearlos solo para lavar sus partes realmente sucias, aplicando en el resto del cuerpo únicamente agua. Las duchas han de ser siempre breves con agua tibia, y en todos los casos es conveniente usar al terminar un hidratante para la piel.
El otro criterio, algo mas restrictivo para ciertas personas, es la etiqueta odorífera: no molestar a tus congéneres con tu olor corporal. Esto ya depende de cada uno: de lo intenso que pueda ser su olor, de su tendencia a sudar… También de las circunstancias: si ha realizado algún ejercicio físico, si es verano o invierno, si trabaja en ambientes sucios… En este caso, al ser una cuestión individual y circunstancial, no hay forma de establecer recomendaciones generales al respecto.
Entonces, si no hay ninguna razón para el habito de la ducha diaria ¿por que se ha establecido asi?
Pues porque el mundo esta lleno de ignorantes que tienen por consejeros médicos a publicistas y directores de marketing, los cuales están promoviendo y explotando una suerte de pandemia de hipocondríacos a los que después les venden desde pepinos bactericidas con vitamina A hasta tomates microbicidas con vitamina C. Son esos ilusos que compran los macarrones con lactofolilus, yogures con bifirililus y resto de inútiles placebos comerciales con la esperanza de llevar una vida mas saludable o prevenir el no-se-que; los que han reconvertido el natural miedo a la muerte y la enfermedad en el modernisimo miedo a “no estar lo suficientemente sano y fuerte”, remezclandolo con una obsesión enfermiza por la asepsia total: como si temieran que en cualquier momento un terrorífico germen viniera a comerles por dentro y les enviara al otro barrio. El problema de esta hiperproteccion y exceso de higiene en el Primer Mundo consiste en que nuestro sistema inmunologico no se desarrolla adecuadamente, y esto nos hace vulnerables a una enorme cantidad de agentes patógenos. El resultado: el espectacular aumento de casos de alergia y asma bronquial. ¿No querías sopa? ¡Pues toma tres tazas!
Para terminar, apuntar que mi criterio personal para decidir que día toca meterme en la bañera consiste en aspirar el bendito olor de mis sacrosantos cojones y decidir si ya han pasado del estado de aroma y fragancia varonil al estado de ofensa odorífera; se trata de no traspasar un punto critico a partir del cual el numero de hombres que se violentan ante tu presencia es mayor que el de mujeres que suspiran a tu paso. Y aquí estoy: vivo, sanisimo y con ganas de pegarle un guantazo al primero que se atreva a contradecirme… Es lo que tiene oler a macho.
Visto en: Inner
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